27 de octubre de 2013

"A 3 años de Green Day en Venezuela." (EDITORIAL)

  Generalmente soy de esas personas que reproduce por lo menos alguna canción de Green Day al día, pero particularmente hay días en los que amanezco con más ganas de escuchar sus canciones con respecto a los días anteriores, y hoy, no es la excepción.

    Posiblemente no tenga idea de cuántos años exactos lleve escuchando a Green Day, sin embargo, todo apunta a que comencé a escucharlos entre mis 9-10 años de edad. En ese tiempo, aún no era capaz de definir cuál era mi banda favorita, pero a pesar de ello no podía faltar ninguna canción de Green Day en mi reproductor.

     Green Day comenzó a ser algo tan indispensable en mi vida, que a los 13 años ya se había convertido en mi banda favorita y no anhelaba más nada que poder tener la oportunidad de verlos en vivo.

     A los 14 años, Evenpro abrió las puertas para poder hacer realidad tan anhelado sueño. Sí, me había enterado de que Green Day venía a Venezuela. Como mis padres para ese tiempo no eran muy partidarios de los conciertos, inicié toda una recolección de dinero guardando lo que me daban al ir al colegio, para así lograr obtener la entrada al concierto. Debo destacar que me tomó bastante tiempo conseguir todo el dinero y sentía que mi sueño se desvanecía cada vez más.

      A pocos meses del concierto (en agosto, para ser más exacta), tenía a penas 350 bolívares, pero para mi sorpresa mi abuela me obsequió el dinero restante que necesitaba para poder hacer ese sueño realidad.

      Para ese entonces, tenía el dinero, tenía con quien ir, tenía dónde quedarme luego del concierto, ¡lo tenía todo! Excepto por el permiso de mis padres, sólo eso faltaba, puesto que sólo tenía 14 años y era mi primer concierto.

    Luego de tanto presionar y llorar, logré un ¡SÍ! Por parte de mi madre a tan sólo una semana del concierto. A lo que salí como loca junto a una amiga, a comprar mi entrada y poder tener en mis manos el principio del camino de toda una mágica experiencia.

      Factíblemente, aquellos que nunca han ido a un concierto o no poseen una banda favorita en específico, verán los conciertos como algo agradable donde permaneces en tu lugar escuchando y coreando canciones que te gustan. Pero indudablemente, al menos para mí, la realidad es completamente distinta, puesto que se convierte en un amplio lugar donde tienes que avanzar y hacer todo lo posible por estar cada vez más cerca de aquellos músicos que tanto admiras, y donde son inexplicables las miles de emociones con las que haces encuentro durante toda la noche.

      Ahora bien, luego de una semana que se convirtió en la espera más eterna, una vez que llegó el gran día: 08/10/10, me sentía cada vez más ansiosa y emocionada. Me encontré con mi amiga, e iniciamos nuestro rumbo a la Universidad Simón Bolívar para poder presenciar el mejor momento de nuestras vidas.

     Las horas se hacían eternas, pero aún así disfrutábamos nuestra estadía en la gran cola de fanáticos que anhelaban ver a Green Day. Escuchábamos sus canciones, hacíamos chistes, nos reíamos y hacíamos todo lo posible para que se convirtiera en un momento agradable antes de la más tediosa espera.

     Por fin había llegado la hora de entrar, corríamos con todas nuestras fuerzas hasta poder alcanzar lo más cerca posible. Al ver la tarima mis expectativas crecían cada vez más, pero nada se comparaba al momento en el que por fin pude asimilar que realmente estaba Green Day ahí, tocando frente a mi.

      Primero se montó la banda telonera, y a pesar de que eran buenos, mi único deseo en ese momento era ver a Green Day. Finalmente, apareció el conejito, que nos hizo reír y distraer a todos (sigo pensando que quien estaba tras ese disfraz era Tré). En fin, luego de tanto esperar, había empezado a sonar la melodía de Song Of The Century, yo y todos a mi alrededor gritábamos sin control, sin embargo no había caído en cuenta de que era verdad cuando pude ver a Billie, Mike y Tré salir; eso hizo estallar por completo un mar de emociones en mí, era mi banda, ¡era Green Day!, era la mejor banda del mundo para mí, era mi banda favorita que había venido de tan lejos, y yo estaba ahí frente a ellos, oyéndolos tocar en vivo. No podía, sencillamente no podía creerlo, era el momento más feliz y emotivo de mi vida, así que comencé a saltar, gritar, corear todas sus canciones con fuerza y junto a Green Day hacer de ese día el mejor de mi vida.

      El sonido era impecable, sonaban tal y como los había escuchado durante años por medio de discos. A pesar de que no son unos niños, su energía era increíble, y era aún más increíble la euforia con la que los fanáticos coreaban sus canciones, todo eso lo hacía convertir en la noche perfecta.

      Lo que más me sorprendía de todo era su inmensa carisma y ganas de interactuar con el público durante horas. Me hacían darme cuenta de que ahora más que nunca verdaderamente eran mi banda favorita, lo tenían todo para ser la banda perfecta.

      Luego de pasar por todos los temas emblemáticos, había llegado mi parte favorita: El momento de tocar Jesus Of Suburbia. Ya no podía, sentía que estaba muy cansada y mi garganta explotaría, pero aún así no podía dejar de saltar y corear con más fuerza mi canción favorita en el mundo. Todos saltábamos, sudábamos, nos empujábamos, sonreíamos y compartíamos el mismo sentimiento por esta increíble banda.

     Fueron 3 horas de mucha energía, las 3 mejores horas de mi vida. Al momento de despedir el concierto con Good Riddance (Time Of Your Life), me sentía triste porque sabía que no los volvería a ver en mucho tiempo, pero aún así sonreía porque había tenido “the time of my life”.

     Nos fuimos a la casa de mi amiga a dormir, y a pesar de que estaba agotada no podía dejar de sentirme la persona más afortunada del mundo por haber estado ahí.

     Hoy, a 2 meses de cumplir 18 años de edad, cuando ya han pasado 3 años de aquel maravilloso día; sigo sintiendo las mismas emociones al escuchar sus canciones, y recuerdo cada momento del 08/10/10 como si hubiese estado ahí ayer, permaneciendo entre mis más preciados recuerdos, siendo indudablemente el mejor día de mi vida.

      Amo a Green Day porque ha sido su música la que ha estado ahí para sacarme una sonrisa cuando estoy triste y para hacerme sonreír aún más cuando estoy feliz, los amo porque son como mi escape de la realidad, un transbordo a un mundo mágico lleno de las mejores experiencias. Los amo porque siguen siendo mi inspiración, porque cada día crecen mis ganas por verlos una segunda vez. Mi admiración por sus letras, sus melodías, su carisma, la convierten en esa banda que quiero escuchar durante toda mi vida.

      Y hoy, a 3 años de haber presenciado el mejor momento de mi vida, sólo puedo definirlos como la mejor banda del planeta desde mi perspectiva, esa banda que ha permanecido conmigo desde que era una niña y seguirá permaneciendo hasta que alcance la vejez.

      Cada día crecen mis ganas por volver a verlos, y esto sólo me deja claro que nosotros, los fans de Green Day, somos los únicos que podemos luchar de nuevo por tenerlos en nuestro país, tal y como lo logramos en el 2010. Si los queremos de vuelta en nuestro país, para revivir aquellos mágicos momentos del 08/10/10 y abrir la oportunidad a todos aquellos que ese día no pudieron asistir de que puedan vivir esta experiencia, debemos presionar a las productoras, así como también debemos comprar sus discos hasta agotarlos y tratar de pedirlos en todas las emisoras de nuestro país, a fin de que se demuestre de que verdaderamente Green Day cuenta con miles de fanáticos aquí.

-Daniela Mendoza @DanyArmstrong_